1. Contexto: El anuncio de la pasión sumergió a los
discípulos en una profunda crisis. Ellos se encontraban en medio de los pobres,
pero en sus cabezas todo era confusión, perdidos como estaban en la propaganda
del gobierno y en la religión oficial de la época (8,15). La religión oficial
enseñaba que el Mesías sería glorioso y victorioso. Y es por esto por lo que
Pedro reacciona con mucha fuerza contra la cruz (8,32) Un condenado a la muerte
de cruz no podía ser el Mesías, al contrario, según la Ley de Dios, debía ser
considerado como un “maldito de Dios”
(Dt 21,22-23). Ante esto, la experiencia de la Transfiguración de Jesús podía
ayudar a los discípulos a superar el trauma de la Cruz. En efecto, en la
Transfiguración, Jesús aparece en la gloria, y habla con Moisés y con Elías de
su Pasión y Muerte (Lc 9,31). El camino de la gloria pasa por tanto por la
cruz.
En los años 70, cuando Marcos escribe su
evangelio, la cruz constituía un gran impedimento para la aceptación de Jesús
como Mesías por parte de los judíos. ¿Cómo podía ser que un crucificado, muerto
como un marginado, pudiese ser el gran Mesías esperado por siglos de los
pueblos? La cruz era un impedimento para creer en Jesús. “La cruz es un escándalo” decían (1Cor 1,23). Las comunidades no
sabían cómo responder a las preguntas críticas de los judíos. Uno de los
mayores esfuerzos de los primeros cristianos consistía en ayudar a las personas
a comprender que la cruz no era un escándalo, ni locura, antes bien, era la
expresión del poder y de la sabiduría de Dios (1Cor 1,22-31). El evangelio de
Marcos contribuye a este esfuerzo. Se sirve de textos del Primer Testamento
para describir la escena de la Transfiguración. Ilumina los hechos de la vida
de Jesús y muestra que en Jesús se ven realizadas las profecías y que la Cruz
es el camino que conduce a la gloria. ¡Y no sólo la cruz de Jesús era un
problema! En los años 70 la cruz de la persecución formaba parte de la vida de
los cristianos. En efecto, poco tiempo antes, Nerón había desencadenado la
persecución y hubo muchos muertos. Hasta hoy, muchas personas sufren porque son
cristianos y porque viven el evangelio. ¿Cómo afrontar la cruz? ¿Qué
significado tiene?
2. La voz del cielo (9,7): Apenas Jesús queda envuelto
en la gloria, una voz del cielo dice:
“Este es mi Hijo predilecto. Escúchenlo”.
La expresión “Hijo predilecto”
evoca la figura del Mesías Siervo, anunciado por el profeta Isaías (cf. Is
42,1). La expresión “Escúchenlo” evoca la profecía que prometía
la llegada de un nuevo Moisés (cf. Dt 18,15). En Jesús, se están realizando las
profecías del Primer Testamento. Los discípulos no podían dudarlo. Los
cristianos de los años 70 no podían dudarlo. Jesús es verdaderamente el Mesías
glorioso, pero el camino de la gloria pasa por la cruz, según el anuncio dado
en la profecía del Siervo (Is 53,3-9). La gloria de la Transfiguración es la
prueba. Moisés y Elías lo confirman. El Padre es el garante. Jesús la acepta.
3. En medio de los conflictos con los fariseos y los herodianos (8,11-21), Jesús deja la Galilea y se dirige a la región de Cesárea de
Filipo (8,27), donde comienza a preparar a sus discípulos. Por el camino, lanza
una pregunta: “¿Quién dice la gente que
soy yo?” (8,27). Después de haber escuchado la respuesta que lo
consideraban el Mesías, Jesús empieza a hablar de su Pasión y Muerte (Mc 8,31).
Pedro reacciona: “¡No quiera Dios, Señor,
que esto suceda!” (Mt 16,22). Jesús replica: “¡Lejos de mi Satanás” Tú me sirves de escándalo, porque no piensas
según Dios, sino según los hombres!” (8,33). Fue un momento de crisis. Los
discípulos presos por la idea de un Mesías glorioso (8, 32-33; 9,32), no
comprenden la propuesta de Jesús y tratan de conducirla por otro camino. Estaba
cercana la fiesta de las Tiendas, (cf. Lc 9,33), en la que la expectativa
mesiánica popular por lo general acostumbraba a aumentar y mucho. Jesús sube a
la montaña a orar (Lc 9,28). Vence la tentación por medio de la oración. La
manifestación del Reino sería muy diferente de lo que la gente se imaginaba. La
victoria del Siervo llegaría a través de la condena a muerte (Is 50,4-9;
53,1-12). La cruz aparece en el horizonte, no ya como una posibilidad, sino más
bien como una certeza.
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