-Atendiendo y
curando al leproso Jesús revela el nuevo rostro de Dios (vs. 41-42): Profundamente compasivo, Jesús cura los dos males. En
primer lugar, para sanar el mal de la soledad, toca al leproso. Es como si le
dijese: “Para mí, tú no eres un excluido.
¡Te acojo como hermano!” En segundo lugar, sana la enfermedad de la lepra
diciendo: “¡Quiero! ¡Queda limpio!”
Para poder entrar en contacto con Jesús, el leproso había transgredido las
normas de la ley. Jesús, para poder ayudar al excluido y así revelar el nuevo
rostro de Dios, transgredió las normas de su religión y toca al leproso. En
aquel tiempo, quien tocaba a un leproso se convertía en impuro a los ojos de
las autoridades religiosas y ante la ley de la época.
-Dios acoge a los impuros: De forma inesperada, un
leproso «se acerca a Jesús». Según la
ley, no puede entrar en contacto con nadie. Es un «impuro» y ha de vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo.
¿Cómo va a acoger Dios en su presencia a un ser tan repugnante? Su destino es
vivir excluido. Así lo establece la ley. A pesar de todo, este leproso
desesperado se atreve a desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal.
Por eso se pone de rodillas. No se arriesga a hablar con Jesús de frente. Desde
el suelo, le hace esta súplica: «Si quieres,
puedes limpiarme». Sabe que Jesús lo puede sanar, pero ¿querrá limpiarlo?,
¿se atreverá a sacarlo de la exclusión a la que está sometido en nombre de
Dios? Sorprende
la emoción que le produce a Jesús la cercanía del leproso. No se horroriza ni
se echa atrás. Ante la situación de aquel pobre hombre, «se conmueve hasta las entrañas». La ternura lo desborda. ¿Cómo no
va a querer limpiarlo él, que sólo vive movido por la compasión de Dios hacia
sus hijos e hijas más indefensos y despreciados? Sin
dudarlo, «extiende la mano» hacia
aquel hombre y «toca» su piel
despreciada por los puros. Sabe que está prohibido por la ley y que, con este
gesto, está reafirmando la trasgresión iniciada por el leproso. Sólo lo mueve
la compasión: «Quiero: queda limpio».
-Limpiar el mundo de exclusiones: Esto es lo
que quiere el Dios encarnado en Jesús: el mundo de exclusiones va contra su
compasión de Padre. No es Dios quien excluye, sino nuestras leyes e
instituciones. No es Dios quien margina, sino nosotros. En adelante, todos han
de tener claro que a nadie se ha de excluir en nombre de Jesús. Seguirle a él
significa no horrorizarnos ante ningún impuro ni impura. No retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús,
lo primero es la persona que sufre y no la norma. Poner siempre por delante la
norma es la mejor manera de ir perdiendo la sensibilidad de Jesús ante los
despreciados y rechazados. La mejor manera de vivir sin compasión. En pocos
lugares es más reconocible el Espíritu de Jesús que en esas personas que ofrecen
apoyo y amistad gratuita a prostitutas indefensas, que acompañan a los enfermos
de sida olvidados por todos, que defienden a homosexuales que no pueden vivir
dignamente su condición… Ellos nos recuerdan que en el corazón de Dios caben
todos.
-El leproso proclama el bien
que Jesús le ha hecho y Jesús se convierte en excluido (vs. 45): En este relato de Marcos no es menos
sugerente el mandato de Jesús de que no diga nada a nadie y el poco caso que
hace de ello el "leproso"
sanado. El "secreto a voces"
lleva la intencionalidad de este evangelista, porque pretende poner de
manifiesto que más importante que la aceptación por parte del sacerdote de su
sanación, es proclamar que ha sido Jesús, el profeta de Galilea, quien le ha
llenado el alma y el corazón de gratitud y de acción de gracias a Dios. La ley,
aquí, frente al evangelio, también queda mal parada y, en cierta forma,
anulada. Y si queremos, podemos ver que el "leproso"
sanado, ni siquiera va al templo, al sacerdote. No le hace falta, porque el evangelio
que Jesús trae en sus manos es más que esa religión que antes lo ha marginado
hasta el extremo.
-Jesús, que trae el evangelio, va a enfrentar a los seres humanos de su
tiempo con todo lo que significa marginar a los pobres en nombre de Dios. Jesús
se acerca a él, le toca (expresamente se dice que extendió la mano y le tocó,
lo que implicaría que desde ese instante Jesús también quedaba bajo la ley
sagrada de la contaminación); pero le sana y, con una osadía inaudita, le envía
al sacerdote (a los que representan lo sagrado y el poder) para que sea un
testimonio contra ellos y contra todo lo que pueda ser sacralizar las leyes sin
corazón. El evangelio es un escándalo y pone de manifiesto eso de que los
pobres nos evangelizan. Dios se hace vulnerable. Nos encontramos ante la fuerza
poderosa de un "sistema"
que debe ser vencido por la debilidad del evangelio. Lo lógica del sistema que
está detrás de esa ley de santidad-sanidad, es la de auto conservación, hasta
el punto de ser inexorable. Con esas realidades se encuentra Jesús en su vida y
tiene que hacer opciones como las que aquí se muestran. La fuerza del Jesús
taumaturgo, o médico, pasa a un segundo plano frente a su opción por los que
viven día a día la miseria a que son reducidos todo los desgraciados.
-Versículos Para la Meditación Personal: “Si quieres, puedes limpiarme”; “Sintió compasión”; “Extendió la
mano y lo tocó”; “Quiero, queda limpio”.
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